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"INTRUSOS EN CASA Y OTRAS IMPOTENCIAS".

Cuenta don Arturo Pérez-Reverte, con su habitual línea entre irónica, amena y cachonda, en el  suplemento XL de esta semana, que una noche, mientras veía una película de las clásicas de Hollywood, oyó ruidos en casa y una de sus perras empezó a gruñir. Sin encomendarse a Dios ni al Diablo tomó una linterna, cargó la escopeta con un cartucho de postas y recorrió el domicilio, viendo que una ventana estaba entreabierta y que, posiblemente, por allí se hubiese introducido el caco.

Hace unas reflexiones de lo más enjundiosas: si se hubiese topado con el amigo de lo ajeno, ¿qué podría hacer? ¿Le daría las buenas noches educadamente y hubiese recibido lo suyo y lo del pulpo? ¿Le hubiese soltado un cariñoso saludo con la escopeta en forma de posta lobera? Ahí se le abrían dos posibilidades: una, que el rata hubiese resultado herido, con lo que tendría que vender hasta su alma para poder hacer frente a la indemnización; la otra era que hubiese acertado y el jambo hubiese quedado patitieso; aparte de la posible condena tendría que mantener a toda la parentela del presunto de por vida.

Tal vez, como también comenta, el individuo hubiese podido ser detenido, con lo que a pesar de tener "más antecedentes que Curro Jiménez" (sic) el juez de turno lo hubiese soltado con sólo un sermón, o ni eso.

¿Por qué en la Muy Democrática España no podemos defender nuestra vida, las de los nuestros, nuestro domicilio y los frutos de nuestro trabajo? ¿Por qué si un randa me atraca, roba, hurta o como quieran llamarle tengo que quedarme de brazos cruzados mientras me masajea el cuerpo o me suelta un viaje con la albaceteña que me saca el hígado por la espalda? Yo no digo que todos tengamos un arma en casa, como en EE.UU., pero sí que podamos defendernos sin que después paguemos el pato mis allegados y yo en forma de talego e indemnización, según costumbre.

Algo hay que hacer; o se reforma entero un Código Penal que ya está obsoleto o se nos permite ejercer una violencia justa en casos como el que comenta don Arturo. Los amigos de lo ajeno, sea cual sea su posición social -ojo al dato- o antecedentes familiares (también los hay majaras, según el abogado que les toque), deben pagar por lo que hagan, sin que valgan triquiñuelas legales ni tironcitos de oreja, como nos suele ocurrir a cada hijo de vecino.

Vale.

1 comentario

Alberto Sañudo -

Pues es verdad, no se puede tolerar que bandas armadas del estado ejecuten su sadismo y echen con violencia brutal, a más de quinientas mil familias. Hay que actuar contra los sicarios que pretenden arrebatarnos nuestros derechos constitucionales fundamentales.
Ha estado muy bien Reverte en ese artículo y estoy contigo en cuanto usar la violencia justa con quien quiere robarnos lo básico.