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UNA HISTORIA VERÍDICA

UNA HISTORIA VERÍDICA

   Pues señor: érase que se era una Comunidad Autónoma cuya Virreina quería, a toda costa, llegar a lo más alto del escalafón dentro de su partido político, sin importarle los medios, que tuviese que emplear, llegando incluso a descuidar cosas tan básicas como el Sistema Público de Salud.

   Cierto día uno de sus súbditos, ya jubilado, necesitó que le practicasen una extracción de sangre con el objetivo de que le hiciesen un análisis cuyos resultados debía aportar a la revisión anual del especialista en Reumatología; solicitada la cita pertinente y al acudir -en ayunas- al servicio indicado en su Centro de Salud (que como era normal tenía el nombre de uno de los mil cristos del santoral) a la hora indicada ¡oh, sorpresa!: le comunican que hay dos pruebas que allí no le podían practicar y que debería acudir al hospital Materno-Infantil de aquella ciudad.

   El buen hombre acude al citado centro y allí le comunican -¡pásmense!- que debería solicitar cita previa, bien por teléfono o bien por internet. Efectuada la petición por vía e-mail le comunican que debe presentarse -en ayunas, claro- en el servicio de extracción de sangre de dicho centro hospitalario  a las 11:16 horas del lunes siguiente al objeto de proceder a dicha operación. Nuestro protagonista se presenta 10 minutos antes por si hay suerte, y se encuentra con una sala de espera no llena, sino abarrotada de usuarios del Servicio de Salud de la provincia, cuyo número de orden iba ¡por las 09:10 horas! del citado día de la semana.

   Dispuesto a presentar una queja ante tal falta de seriedad, nuestro hombre solicita la Hoja de Reclamaciones y le indican que "debe ir al Servicio de Pediatría, que es donde se puede disponer de ella"; personado en dicho Servicio, y tras requerir al encargado de Recepción que le facilitase la dichosa Hoja, éste le responde que debe solicitarla en Maternidad, donde le indican -amablemente, eso sí- que debe solicitarla en el Servicio de Urgencias. Allí -¡por fin!- le proporcionan el anhelado impreso y, tras las pertinentes excusas, le dicen que hay pocas y tienen que tenerlas en Urgencias para que no estén repartidas por todos los servicios. 

 

Tras el periplo por los distintos departamentos hospitalarios, el pobre súbdito tuvo que esperar aún una hora a que le tocase la vez, teniendo la mala suerte de que aparte de oír a sus tripas interpretando La Marsellesa -desafinada, claro- se le rompiese una vena (o una arteria) y tuviesen que efectuarle la extracción en el dorso de la mano izquierda, algo más doloroso, pero el único medio.

Este es, por ahora, el final del cuento; nuestro protagonista no fue feliz ni comió perdices, pero se estuvo acordando de la parentela de la Virreina y su Corte durante varios días.

El Virreinato de este cuento se llama Andalucía, y la capital donde sucedieron los hechos es Málaga, donde se disfruta del  mejor Servicio de Salud Pública de toda la capital.

Vale.

 

 

 

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