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¡POBRE VÍCTIMA!

¡POBRE VÍCTIMA!

¡Cómo debe estar sufriendo el pobre G. Bush Jr. por la situación de Irak, después de que Aznar y Blair le obligasen a invadir Irak, con falsedades sobre el almacenamiento de unas armas de destrucción masiva! Desde luego que hay políticos con tan buena fe que los puede engañar cualquiera, por muy amigo que sea. ¿Cuántas noches sin dormir llevará pensando en lo que se ha convertido aquel país desde su invasión, a todas luces justificada, por su condición de buen cristiano?

Y luego está lo de las torturas: ¿a cuántas personas habrán tenido que torturar para evitar la pérdida de vidas humanas, venciendo su natural repugnancia ante estas barbaridades, él, campeón de las buenas causas -como Vietnam, Corea o Afganistán, sin hablar de Chile, Nicaragua y otras naciones- empujado y malaconsejado por quienes dicen ser sus amigos y que no buscan nada más que el enriquecerse con la tragedia y la destrucción; ¡Cómo llorará en sus plegarias, pensando en lo que se ha convertido Irak después de su humanitaria intervención, para evitar la expansión del terrorismo islámico; él, que presionó a la OTAN y la ONU para intervenir en Afganistán y devolverle la Paz, la Libertad y la Democracia! ¡Él, que por cada ataúd que llegaba a Estados Unidos con el cadáver de un soldado, o cada vez que llegaban los heridos, muchos de ellos muy graves o irrecuperables, tenerse que enfrentar con su conciencia a solas, sin que ninguno de los que le han engañado le ofrezca el consuelo de una palmada en la espalda!

¿Y qué me dicen de la muerte de José Couto, cuando se disponía a disparar con su cámara contra un carro de combate norteamericano desde la terraza del Hotel? Ejemplar su castigo a los autores y la condolencia a la familia, dando facilidades para que el Gobierno español investigase paralelamente lo ocurrido, hasta dar con los "presuntos" autores de dicho crimen, ayudando así a su detención.

Desde luego que el cinismo de este ¿hombre? no tiene desperdicio; seguramente habrá escrito el libro  en medio de una borrachera colosal, o con una resaca de cojones. ¿En qué lugar quedan ahora Aznar y Blair, que se ofrecieron gustosos a secundarle en esa barbaridad, llevada a cabo con nocturnidad y alevosía? Supongo que durmiendo tan tranquilos, sin pesadillas y, ahora que ambos son católicos, rogándole a su Dios por las almas de los soldados estadounidenses e ingleses muertos en combate. ¡Asco me dan los tres!

 

                                                   SCARPIA

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